Meditación: Lucas 12, 54-59
San Antonio María Claret, obispo
En los tiempos del Señor, la gente sabía entender mucho de los acontecimientos sociales, militares y económicos de su época y sabía reaccionar ante los cambios del clima y prepararse para lo que pudiera suceder; pero no tenía la misma actitud para reaccionar ante los hechos sobrenaturales, algunos de los cuales eran mucho más claros y definidos que los pronósticos del tiempo.
Jesús les echaba en cara que no eran capaces de interpretar “el tiempo en que viven” con la misma claridad con que pronosticaban las variaciones del clima (Lucas 12, 56). Las señales de los tiempos estaban frente a sus ojos: los panes se multiplicaban, los cojos caminaban, los pecadores endurecidos se arrepentían y se convertían y la buena nueva se predicaba a todos los que quisieran escuchar. Jesús mismo estaba entre ellos como manifestación del amor y el poder de su Padre. ¿Cómo podía alguien, viendo semejantes señales, no sentirse movido a analizar su propia conducta ante la magnificencia de las obras de Dios?
Hoy, tal como en la antigua Palestina, las señales están a la vista. Todo el mundo ha sido transformado por la resurrección de Jesucristo y el derramamiento del Espíritu Santo, y las señales están allí, por todas partes. Vemos estas señales en los milagros y curaciones, la reconciliación de relaciones, el gozo cristiano y la comunión fraterna entre los fieles y con otros creyentes. También las vemos en las personas que responden a la gracia de Dios y son portadores de su amor a los que sufren en nuestras parroquias, sirviendo en los comedores de beneficencia y en clínicas para los necesitados. Estas son sólo algunas de las cosas que vemos. Muchas más son las evidencias que existen en diversos lugares; sólo basta mirar y escuchar para ver la obra de Dios en nuestro medio.
Jesús insta a sus oyentes a reconocer estas señales y actuar mientras aún haya tiempo. La parábola que habla de presentarse al magistrado para resolver las diferencias personales se refiere a Dios y a su juicio. ¿Te interpela esto a ti? ¿Tienes alguna diferencia de opinión o desacuerdo con algún familiar o amigo a quien aprecias mucho que ha enfriado la amistad? Piensa en lo que te dice el Señor y decídete a actuar.
“Padre celestial, dame la gracia para reconocer las señales de tu amor y buscar la reconciliación con mis seres queridos, amistades y conocidos.”
Efesios 4, 1-6;
Salmo 24, 1-6
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